La reforma de la Constitución, 20 años después

PIN Pacto de Olivos

No fue una reforma más. Fue una reforma que sentaba las bases de la política para los próximos años, luego de un proceso de consolidación de la democracia. La Constitución quizás debería haber sido reformada antes, dando nueva forma al sistema político y de gobierno.
La reforma de 1994 surge del acuerdo entre los dos partidos más grandes del país. Un acuerdo que, aún a pesar de las críticas y las revisiones históricas del caso, dio gran legitimidad y permitió un acuerdo básico para llevar adelante el proceso. Como sucede en otros países, donde los partidos políticos acuerdan para llevar adelante planes y programas que permiten fortalecer la democracia, en la Argentina luego de muchos años, se logró un convergencia entre los dos líderes principales que dio una gran legitimidad de origen a la reforma Constitución.
El Pacto de Olivos, como se llamó al acuerdo entre el presidente Carlos Menem y el presidente de la UCR Raúl Alfonsín, sentó las bases de la reforma constitucional. Si bien el acuerdo fue pergeñado por el peronismo y debilitó en gran medida la figura de Alfonsín, ambos líderes tenían sus intenciones en suscribir el mismo. Por un lado, el menemismo necesitaba de los votos del radicalismo para lograr los dos tercios necesarios en el Congreso, sobre todo en la Cámara de Diputados mientras que Alfonsín sabía que pactar con el peronismo significaba en primera medida fortalecer la institucionalidad del país, pero por otro lado evitaba la fuga de gobernadores radicales, que habían adelantado que no iban a oponerse a los planes del peronismo de llevar adelante la reforma a partir de una relectura de la Constitución y aprobar la misma con “dos tercios de los presentes” en cada Cámara y no “dos tercios de las Cámaras”. Alfonsín vio ahí la posibilidad de devolver el protagonismo a un partido que comenzaba a perderla.
A partir del Pacto de Olivos se elevó un proyecto en conjunto entre ambos partidos, donde se habían acordado las principales reformas. El oficialismo lograba la tan anhelada reelección, pero con el mandato reducido a cuatro años, el radicalismo logró el tercer senador por la minoría, el Consejo de la Magistratura y el Jefe de Gabinete, una de las principales reformas que estaban inspiradas en el informe del Consejo para la Consolidación de la Democracia que había llevado adelante el alfonsinismo durante los ’80.
De la convención constituyente participaron la mayoría de los presidentes (Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde, Cristina Fernández) de los últimos 30 años, pero también candidatos y precandidatos presidenciales (Graciela Fernández Meijide, Adolfo Rodríguez Saa, Álvaro Alsogaray, Elisa Carrió, “Pino” Solanas, Antonio Cafiero y Horacio Massaccessi). Asimismo participaron personalidades destacadas con la defensa de los derechos humanos como el Obispo Jaime de Nevares y el actual ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni. De la convención participaron también políticos importantes de la época como Carlos Corach, Carlos “Chacho” Álvarez, Adelina de Viola, Alfredo Bravo,  Francisco Delich, Cesar Jaroslavsky y Eduardo Duhalde.
Más allá de la reelección, que fue en gran medida lo que perseguía el justicialismo, la reforma Constitucional dejó una importante herencia. La representación de las minorías en la Cámara de Senadores, abriendo el juego a nuevos actores y dando lugar a todos los partidos políticos, fue un gran aporte y permitió la creación de liderazgos alternativos en muchos distritos.  La creación del Consejo de la Magistratura, que incluye a la oposición y es un mecanismo para designar y remover jueces, permite consolidar las bases de la división de poderes y asegurar la república. El problema no fue su creación, sino su manipulación y modificación por los gobiernos posteriores. Otro punto sobresaliente fue la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, que después de casi 200 años de historia lograba ser considerada como un distrito autónomo, contaba con senadores como el resto de las provincias y, sobre todo, podía elegir a sus gobernantes por medio del voto popular. A pesar de los 20 años que pasaron de la reforma, aún hoy la autonomía de la Ciudad todavía no es del todo completa.
Sin embargo, existen dos puntos cruciales para la vida institucional que no fueron aprovechados en la reforma, y sólo se logró su inclusión en la Constitución formal, degradando su idea original: la instauración del Jefe de Gabinete pero con las prerrogativas de un ministro más dentro del mismo, y siendo designado y removido por el presidente, sin necesidad de consultar con otros poderes, fue una pobre adaptación de la idea de un Jefe de Gabinete como el que proponía el radicalismo, y que se desviaba mucho del objetivo que perseguía Alfonsín y, por otro lado, la implementación de un ballotage “a la Argentina” (un traje a medida del PJ), donde es necesario más del 40% de los votos y una distancia de 10 puntos con el segundo, o la obtención del más del 45% de los votos para ser consagrado presidente.
La reforma de la Constitución de 1994 significó un gran paso en materia de institucionalidad política, en tanto fue el producto de un acuerdo maduro entre los dos principales partidos políticos del país. Si bien significó un avance en algunas áreas, fue la oportunidad perdida de transformar el sistema político y dotar de mayor legitimidad al gobierno, logrando atenuar, pero también fortalecer, al Presidencialismo. Por el contrario, sólo se consiguió un Presidencialismo más centralizado y con mayores poderes.
En definitiva, y 20 años después, la Constitución sigue vigente y una nueva reforma sólo sería positiva si lograra dotar de mayor legitimidad al sistema político, atenuar los abusos del Presidencialismo,  lograr un gobierno más republicano que promueva un nuevo “pacto federal”, la inclusión y la igualdad de posibilidades.

 

Publicado en El Estadista

Junio 2014