“El Estado es muy analógico: tiene poca capacidad para escuchar y procesar información para emitir servicios personalizados”

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“Los Estados se siguen pensando a sí mismos como estructuras analógicas creadas en el Siglo XX, pero el mundo ha cambiado muchísimo”, afirma Maximiliano Campos Ríos

De cara a las elecciones presidenciales de 2023, la inclinación por determinados candidatos se define en gran parte por un malestar generalizado de la población ante el desempeño de la administración pública.

En esta línea, según una encuesta de la Asociación Civil Espacios Políticos, más del 88% de la población piensa que el Estado en Argentina está ausente y el 81,2% que es incapaz de resolver cuestiones como la inflación, la inseguridad o la pobreza.

Asimismo, el 82,5% de los entrevistados siente que el Estado no escucha sus demandas.

Al respecto, en diálogo con El Economista, Maximiliano Campos Ríos, politólogo especialista en políticas públicas y autor del libro “El Estado en la era Meta”, afirmó: “Creo que gran parte de la percepción sobre el Estado ausente tiene que ver con que la gente lo está visualizando como una instancia de no resolución de los problemas de la vida cotidiana. Creo que consideran que el Estado está muy presente para cobrar impuestos, pero no así a la hora de resolver temas de índole público, como la seguridad o la inflación”.

“La gente termina frustrada y termina buscando soluciones de tipo privado. Si hay inseguridad, trata de mudarse un barrio cerrado; si la educación que le brinda el Estado no le es satisfactoria, se va a una institución de tipo privada; si el hospital público no le da un turno en seis meses o no tiene un especialista acorde en un lugar más o menos cercano, va hacia una medicina prepaga. Incluso para cuestiones básicas en donde el Estado no es productor, sino más bien regulador, como por ejemplo, la electricidad”, agregó.

Por otro lado, el armado institucional de Argentina lleva a que exista un verdadero ecosistema en lo que respecta al diseño y organización del sistema de ingreso, capacitación, promoción, y remuneración de la administración pública. Esto lleva, entre otras cosas, a que más del 80% considere que se ingresa a trabajar al sector público por parentesco, amistades o afinidad política.

Estas percepciones negativas se ven reflejadas en los conceptos que la sociedad asocia con la burocracia. Más de la mitad la asimila con “desastre”, “favores”,”enojo”, “corrupción”, “demora”, entre otros.

En este sentido, y en relación a cómo se podría resolver este problema, Campos Ríos señaló: “Coordinar el empleo público de toda una multiplicidad de actores en las 24 jurisdicciones es una tarea bastante compleja. No se soluciona con una ley o con una voluntad política de algún gobernante que gana por más o menos votos”.

“Tiene que ser una cuestión cultural y tiene que surgir de un acuerdo político pero sobre todo, tiene que haber una narrativa pública y una presión por parte de la ciudadanía de entender que hay ciertas cuestiones que son politizables pero hay otras en las que se necesita alguien que haya estudiado para eso, que esté formado, que tenga las competencias. No es razonable que pongamos al que nos junta los votos en el barrio a trabajar en cuestiones tales como asuntos jurídicos, por ejemplo”, consideró.

“En Argentina, hay algún tipo de experiencia razonable durante la época de Alfonsín, en la que se creó el cuerpo administrador de gubernamentales mediante el cual ingresaron cientos de trabajadores y trabajadoras por concurso y que luego se hizo un curso de nivel maestría muy importante. Esta política se mantuvo durante la primera presidencia de Menem pero lamentablemente después se descontinuó”, detalló el politólogo.

El Estado en la era Meta

En este contexto, frente a las claras deficiencias del Estado Argentino actual y en un mundo signado por la tecnología, Campos Ríos publicó su primer libro “El Estado en la era Meta: del Estado Inteligente al Estado Inmersivo”.

A lo largo de 10 capítulos, el autor da cuenta de las profundas transformaciones que la tecnología está haciendo en la sociedad y su impacto en el Estado, la burocracia, los trámites y la forma en la que se implementan las políticas públicas.

“Con este libro intenté hacer no tanto un trabajo académico, sino más bien un trabajo de divulgación. Creo que, quienes estamos en el tema de la gestión pública, independientemente del lugar en el que estemos, ya sea siendo servidores públicos, investigadores, profesores o simplemente ciudadanos y ciudadanas que interactúan con el Estado, necesitamos una transformación del Estado”, dijo el politólogo.

Y agregó que “en Argentina como en América Latina, prácticamente más del 40% del producto bruto depende directa o indirectamente del Estado. Si el Estado no se transforma, si el Estado no se desarrolla, y no baja los costos de transacción, nos va a costar mucho ser un país desarrollado”.

Las tecnologías están cambiando completamente no solo las relaciones al interior del Estado sino que también aquellas que se dan entre la burocracia y los ciudadanos.

“Los estados se siguen pensando en sí mismos como estructuras analógicas creadas en el siglo XX pero el mundo ha cambiado muchísimo. Entonces, si vos tenés que hacer un trámite y lo primero que te piden es fotocopia del DNI, en realidad estás siendo una suerte de cadete externo de la administración pública porque las bases de datos de las diferentes organizaciones públicas del Estado mediante las cuales vos interactúas no se interconectan”, aseguró Campos Ríos.

“Entonces, la primera gran cuestión que viene a solucionar la tecnología es el tema de la fragmentación estatal. El Estado es un gigante fragmentado, y al estar fragmentado carece de capacidad. En definitiva, es un gigante anabolizado ya que tiene mucho músculo pero poca fuerza, poca resolución”, agregó

“En los 90 discutíamos si el Estado tiene que ser chico o tiene que ser grande, hoy discutimos si el Estado tiene que tener capacidad de control, capacidad de generar bienes y servicios y de ser bien asertivo. El Estado es muy analógico, tiene poca capacidad de escucha y de procesar la información de los ciudadanos para poder emitir servicios personalizados”, indicó.

En este sentido, Campos Ríos propuso una simple comparación respecto a la asignación de subsidios para el transporte: “Si en vez de darle un subsidio general a las compañías de colectivos o de transporte, les diésemos lo que necesita cada ciudadano en la tarjeta Sube en función de sus aportes y de su condición social en ese momento, sería mucho más eficiente”.

“La tecnología no solamente le hace mejor la vida a las personas y optimiza el Estado sino que también puede salvar vidas, como sucedió durante la pandemia en Corea del Sur y en los países del sudeste asiático, países que contaban con protocolos y sistemas de información”, concluyó.

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